“Ñu .Garrapiñao´. 3”
Anónimo
El cine bélico no me llama la atención. Odio las líneas éticas de un grupo de iluminados. Cada vez que alguien hace alarde descontrolado de valentía innecesaria y desechable, me entran arcadas. Lloro sangre cuando, en una relación entre iguales, el oportunista o demagogo se intenta imponer sobre el resto. Me gusta el rugby.
Digamos que la llegada a Madrid fue apacible. El viaje había sido invadido por un espíritu dominguero que hacía a los jugadores ilusionarse con futuras victorias y tiempos mejores. Charla mansa. Fin del trayecto y a impregnarnos del “clima perfecto para jugar al rugby”.
Paradójicamente, mientras escribo estas esperadas palabras, se me viene a la cabeza una escena de la taquillera “Salvar al soldado Ryan”. Antes de comentarla, permitidme que meta en harina al lector que no ha tenido la oportunidad de ver el largometraje (sinopsis libre de spoilers): en plena guerra mundial, el afamado y valeroso capitán John Miller (Tom Hanks) tiene el deber de guiar a sus muchachos hacia un destino concreto, marcado por unos peculiares intereses políticos. Los subordinados de Miller están que no cagan con su superior (matiz muy frecuente en este género cinematográfico): alaban el carácter del capitán y se permiten el lujo de hacer cábalas sobre su misterioso pasado.
Pitido inicial. Físicamente dentro, mentalmente fuera. El equipo baila a un son marcado por los rivales. Somos espectadores de su juego. Una delantera quebrada a causa de lesiones y ausencia de jugadores hace lo imposible por cambiar el rumbo del partido, por hacernos notar, por atrapar un balón que es….
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